Una tarde...¿En familia? [Castiel]

Era otro de esos días lluviosos. A pesar de esto nada le extrañaba al serio ángel y hermano mayor de la familia. El hombre de la casa, dirían los humanos. Sin embargo, era otra persona la que se encargaba de mantener el lugar de pie, su hermana Sophia. No pudo evitar sonreír, puesto que donde quiera que está se encontrase estaría sin duda alguna gozando de las gotas de lluvia. Su naturaleza era así. Pacifica.

Por el contrario de ellos, Castiel y Dulcinea eran muy diferentes a su hermana. El primero serio y cuidadoso, frío y calculador. La segunda muy contrastante a ambos... parecía que a veces tenía cualidades de los dos. La seriedad y el sarcasmo de Castiel, y la alegría y optimismo de Sophia de vez en cuando. Según la ocasión.

La melodía que invadió la casa, mientras Castiel entraba en su hogar, era melancólica y de inmediato la razón del porque de todo eso. El pasado era parte de la vida diaria de la menor y aunque a veces Castiel quisiera que fuera más como Sophia, no era así. Como muy pocas veces soltó un suspiro, Sophia lidiaba con Dulcinea mejor que él, pero ahora ninguno podía defender de la hermana de en medio. Así que armándose de valor avanzó hasta donde provenía la melodía y sin interrumpir se recargó en la puerta cruzándose de brazos y escuchando la melodía de su vida, de aquella tarde tan roja.

Mis hermanas se habían ocupado de aprender a tocar y dedicarse a la música. Castiel era otra historia. Una historia bastante roja... Por su efectividad hacia el trabajo "sucio" de arriba. Eliminando a este y a aquel... Bastante repetitivo y todo llevaba al mismo lugar: Nada.
Tan vacía parecía ser su existencia y no se quejaría. Nunca lo haría. Con nadie, ni siquiera para el mismo.

Espero con paciencia a que las notas musicales fueran mezclándose con el aire y terminaran desapareciendo. Era evidente que la pequeña había notado su presencia hacia un rato, pero no dio indicios al respecto hasta que pudo tranquilizarse y sostener mi mirada. Para ellas era una mirada cálida, de esa que pocas veces se veían de mi persona. De esas que podrían mover montañas si me lo proponía, por el simple hecho de que era una mirada real y pura.

- Espero no haber interrumpido. - exclamó, despegándose de la puerta y avanzando hacia el centro del salón. El silencio roto y haciéndose añicos ante los ojos de ambos. Enfrentaría el dolor de su hermana como enfrentaba cualquier otra cosa: con la frente en alto. - Padre estaría bastante orgulloso de ti.

No era la persona más cálida, eso estaba claro, pero dijo la verdad. Castiel era quien mejor había conocido al "viejo" como solía llamarle para hacerlo rabiar un poco. Era el reflejo de su padre, o eso le habían dicho sus familiares a lo largo del tiempo, pero no sabía si era cierto o no y la verdad es que aunque lo fuera no cambiaría nada.

Castiel sabía a la perfección que solo tenía que decirle algo a su hermana menor y ella lo haría, sin peros. No sabía si era por el hecho mencionado antes, el que se pareciese a su padre y por eso es que Dulcinea le tenía en tan gran pedestal. No importaba, a decir verdad sus hermanas eran su mundo entero, ahora que su madre no daba señales de vida.

Sus brazos rodearon con delicadeza el cuerpo de la pequeña y ambos quedaron envueltos en lo que los humanos llamaban un abrazo.
Deposito un beso en la cabeza de la chica, quien era más bajita que él y que Sophia. Y luego sin separarse de ella escuchó lo que le dijo.

- No es demasiado, ojalá tuviera más tiempo para estar aquí. Sin embargo, tengo que estar recogiendo basura por la ciudad.

Tenía que dedicarse a su familia en general. No le haría daño aprender de todo lo que ocurría en la casa. Confiaba en la mano de Sophia para todo eso y no quería que pareciese lo contrario.

- Quita esa cara y arriba el ánimo. No podemos lamentarnos toda la vida y a padre no le gustaría verte así. Estoy seguro que le parte el alma.

El abrazo se prolongo, pero no pareció molestarle a ninguno de los puesto que continuaron en la misma posición que estaban. Y aunque Castiel quisiera alejarse de ella, cosa que no pasaría, no lo haría puesto que tendría miedo de herir sus sentimientos y lastimarla aún más de lo que ya estaba. Cuando algo ya estaba tan roto, cómo lo reparabas? Era cuestión de tener absoluto cuidado y proteger ese valioso objeto para que nada pudiera dañarlo.

Negó con la cabeza al escucharla hablar. Siempre se podía hacer más... poner más de su parte. Eso trataría de hacer, dedicarme más tiempo a mis hermanas o, por lo menos, invitar a Dulcinea a salir conmigo de vez en cuando. Un trabajo sencillo seria buena experiencia para ella.

- Tengo que hacer un poco más. Qué tal si en mi próxima misión vienes conmigo? - propuso con tranquilidad. Era hora de que saliera, aunque fuese a ayudarme. - O si prefieres puedes andar paseando con Sophia, ayudándole con la casa. Tu decisión, pero no puedes estar de luto para siempre.

Dulcinea y Castiel siguieron fundido en un abrazo fraternal, sin siquiera moverse de esa postura. Ella lo agradecía, porque en el fondo...esas muestras de afecto la hacían sentir mejor...al menos entre los miembros de su familia. Sus hermanos la cuidaban mucho...a veces actuaban con cautela con ella, como si trataran de evitar que se rompiera. Pero Dulcinea ya estaba rota...y dudaba poder repararse algún día.

Ella siguió con la cabeza recargada en su pecho, escuchando el suave latir de su corazón. Sin embargo, las palabras de su hermano hicieron que ella alzará el rostro, estudiando la expresión de Castiel. ¿Hablaba en serio? Dulcinea lo miro asombrada.

-¿Hablas en serio? ¿Me dejarás acompañarte en una misión? Eso sería genial

Inquirió Dulcinea asombrada. Desde pequeña siempre acompañaba a su padre en misiones de ese tipo...pero despues de eso nunca mas asistió a ninguna...porque ya no tenía con quien ir. La idea de ir nuevamente a una de esas misiones que te llenan el cuerpo de adrenalina...La emocionaba.