Mortal Games [Gabriel]

El sol se encontraba oculto ya. Perfecto para salir a dar un paseo en la playa, pensó Jessica. Quiza pudiese aprovechar la salida para cazar un poco o divertirse a costa de los humanos. Criaturas tontas y débiles con una sola utilidad, saciar la sed que embargaba a nosotros, las criaturas de la noche, vampiros.

Se vistió con la ropa mas provocativa que encontró. Una blusa halter de un color rojo sangre que dejaba a la vista bastante piel en su escote. Una falda que le llegaba al muslo, color negro, que dejaba ver sus níveas piernas y unas sandalias de tacon rojas. Su atuendo era cubierto por un abrigo corto color negro, que apenas y llegaba al nivel de la falda.

Al llegar a la playa se quitó las sandalias para poder caminar con mayor facilidad en la arena. La luna brillaba el en centro del cielo, acompañada por el resplandor de pequeñas estrellas. Sonrío a la obscuridad con aquella sonrisa fria e inexpresiva mientras seguía caminando en espera de encontrarse a cualquier humano para empezar el juego.

Playas, lugares perfectos para alimentarse del pecado y de la filtedad que dejaban los humanos a su paso cuando creían en realidad pasar un buen tiempo. Era relativamente fácil provocar una aversión retroalimentativa con los hombres de su especie ya que este cuerpo humano del cual me había hecho al llegar aquí producía las sensaciones de atracción en sus mujeres, y claro, de lujuria, nada mejor que derramar unas cuantas gotas de inocencia por el mar y dejar que todo llegase a un curso predefinido.

No había mucha ciencia en marcar diferencia en este mundo, solo te quitabas la camisa con bermudas puestas y caminabas como si nadie te lo impidera. Claro, es lo que hacía ahora mismo, caminar descalzo por la playa mientras me aburría al vaciárse esta.

Al caminar por unos cuantos metros, sentí a uno de los de mi lado, no era un demonio, eso lo sabía, pero olía perfume, alguna loción femenina esparcirse con el aire salado de la costa, así que unos metros despues de caminar en la oscuridad latente me encontré con alguien a quien no conocía, una chica parecida levemente a alguien que conocía de televisión. La miré por un segundo mientras caminaba, no me detuve en ningún segundo.

Cambié de planes y me detuve un poco mirando a la costa. Tenía en mi bolsillo un Algo para cualquier cosa, en este caso, tenía una pequeña astilla de plata, nada personal, pero no dejaría que una vampiresa hambrienta y seductora arañase siquiera este envase humano que me servía de cuerpo, le iria mal en caso de meterse con la representación de un pecado.

Me acerqué un poco a la costa, sintiendo el roce de la Arena en mi piel a medida que caminaba y sobre todo la fría brisa nocturna y húmeda que venía del mar soplando en contra de mi rostro. Llegué al borde de la arena seca y sentí el agua mojarme los pies con lentitud, casi rogando que entrase en ella.

Ahí me senté con las piernas retraídas hacia mi cuerpo, algo arqueadas mientras estiraba un poco la espalda e inmediatamente me cruzaba de brazos mirando la costa con algo de aburrimiento. ¿Donde iría despues? Roma y Venecia eran fáciles para esparcir el pecado, pero se haría aburrido después de un tiempo.

Finalmente la vampireza observo como aquel demonio se sentaba en la costa de la playa, donde la espuma del oceano y la arena se juntaban en un beso fuerte y salvaje. No pudó evitar reprimir una sonrisa salvaje. Sus ojos carmesí centellaron con satisfacción. Camino lentamente hasta situarse detras del demonio, y se sento a sus espaldas.

Sin detenerse a pensarlo...deslizo sus manos frías y palidas por su espalda ancha y sus hombros. La sangre palpitaba en su cuello llamando a Jessica a morderle, pero se contuvo. Mas que sed sentía un deseo hacia esa criatura disfrazada de hombre.

-Buenas noches, apuesta criatura- musito ella cerca de su oreja, ignorando olimpicamente que su sangre latía apenas a unos centimetros de sus colmillos, sin embargo, recorrio con su lengua su cuello, donde se encontraba su pulso. Sonrío a la noche antes de retirarse un poco para evitar sucumbir a la sed de sangre que tanto la embargaba.

Sentía la clara ausencia de descanso en los ojos, sentía unas leves líneas bajar de mis lagrimales a mis mejillas, ¿Es que los humanos no podían tener cuerpos con menos necesidades? Que porquería de vida llevaban, solo comían, bebían, defecaban y fornicaban para despues dormir, pocos sobresalían y su sociedad no era muy competitiva, supongo que por eso casi todos se iban al infierno.

Sentí la presencia de la vampiresa a mi espalda y me puse una mano en el arco de la nariz, frotándome los lagrimales con indice y pulgar diestros antes de sentir sus frías y muertas manos sobre mi piel, por un momento fueron relajantes, pero por otro fueron en extremo invasivas. Sobre todo senti aquella extensión humeda de su lengua sobre el cuello y no pude evitar tener escalofríos.

Me aparte un poco de ella mirándola con el ceño fruncido, levantándome psobre mis pies para estar a una distancia y posicion favorable para tener habilidad de correr lo suficiente y poder sacar la astilla de plata.

- Diría lo mismo, pero ahora no le veo lo bueno.

Susurré con algo de agresividad aún sintiendo aquellas líneas en mis mejillas.

(las lineas no son lágrimas, son ojeras, como las de Itachi de Naruto, son marcas de cansancio xD)

¿Es que ya no podía controlar su propio poder debido al cansancio? La vampiresa literalmente quería comerme, se veía la lujuria que la movía en cada uno de sus sútiles y sedosos movimientos, de seguro terminaría buscando otro envase esta noche después de hacerme cargo de la vampiresa en mi forma real, nada linda porcierto, sería dificil pavonearme por la calle en mi cuerpo oscuro remendado con las cuerdas del pecado.

- No lloro, mujer. Solamente retraigo las asquerosas emociones que siente este envase humano.

sonreí de lado susurrando aquello conforme sentía sus labios en mis mejillas. ¿Que las vampiresas no preferían hacer de Sucúbos y atacar a los hombres en la noche y en SUS camas? Sonreí pensando en estas cosas, sin darme cuenta de estaba aferrando la astilla de plata a mi mano, listo para atacar por reflejos.

Alejé mi rostro un poco de sus dedos haciendolo hacia un lado y hacia abajo, una tres cuartos hacia el suelo. En realidad me molestaba tener emociones Humanas como éstas, pero que le podía hacer, los estúpidos demonios que me crearon no tenían gran creatividad como para extraer las emociones del pecado al que estaban dándole forma física, debería de haber sido como Avaricia, él solo había tenido su avaricia y nada más, aunque el era tonto, tampoco tenía inteligencia y por eso murió.

- Sí, emociones, lamentablemente éste cuerpo las sufre a menudo. Como en este caso, sufre de cautela.

Susurré entrecerrando los ojos para mirarla de arriba a abajo. En realidad la vampiresa no estaba tan mal.

El demonio alejo su rostro de las pálidas y frías manos de Jessica, reacción que hizo que la vampireza sonriera pronunciadamente...en una sonrisa donde sus colmillos eran fáciles de apreciar. Siguió contemplando su rostro detenidamente, intrigada el porque sentía curiosidad por esa criatura.

Era algo extraño, normalmente ya le hubiera saltado a la garganta y bebido la sangre que palpitaba en sus venas, tentando de manera peligrosa a Jessica, pero la chica tenía autocontrol. Eso no se podía negar. Deslizó su fría y afilada lengua sobre sus labios semejantes al cristal, escuchando lo que el demonio le decia.

-¿Cautela? No pienso lastimarte...al menos no matarte.- comentó ella con una sonrisa perturbadora, mientras soportaba el escrutinio del demonio y ella procedía a hacer lo mismo. Sonrió a la rubia criatura antes de avanzar un paso, no para atacarle, si no para verle mas de cerca.

Me di cuenta de que ella también me había visto como yo la había hecho hace poco. Estaba sintiendo algo de estrés con esta chica, los vampiros nunca habían sido de mi agrado, la mayoría quedaba en el infierno cuando morían, unos pocos, muuuy pocos en el cielo, y una minoría en el purgatorio, todo esto de los círclos de Aligheri era muy cierto, todo dependía de lo que hacían en vida.

La miré con el ceño levemente fruncido al escucharla hablar, ahora de estrés, pasabamos a la paciencia, lo que era afectado.

- Claro que no, en realidad sería una mala idea que siquiera rozaces la piel de este cuerpo con tus Dientes. ¿Alguna vez viste a alguno de los tuyos saborear la sangre de una criatura de mi procedencia?

Había olvidado ese pequeño pero importante detalle, así que también di un paso hacia ella. La sangre de un demonio, o del cuerpo de este demonio era una de las fuentes de energía mas vigorizantes, pero tenía sus contras, en todos los casos, como la muerte. Era como un shock de adrenalina de un litro o más. Te daría poder por unos segundos, pero morirías después sin retorno alguno,

Puede que Jessica fuera impulsiva, pero no tonta. Al escuchar las palabras del demonio supo que quiza tendria que abstenerse de probar su sangre, pero eso no evitaba que sintiese deseos por probar...algo más. Su sonrisa tomo un matiz algo pícaro mientras seguía observando fijamente al demonio.

-Me temo que no suelo viajar acompañada de otros de mi "especie"- dijo con un tono de voz algo ironico -Así que no lo he visto...más sin embargo no soy tonta y se que algo pasa cuando beben la sangre de un demonio...aunque de todos modos, ¿Estas tan seguro que tu sangre es lo que deseo?

Preguntó sin perder su sonrisa seductora y aprovechando que el demonio habia dado un paso hacía ella, deposito un suave beso sobre sus labios. Nada apasionado, simplemente un roce tan carente de significado como cualquier otra cosa. Se apartó lentamente antes de sonreir nuevamente.

Solté un leve bufido al escucharla y rodé los ojos, lo cual me distrajo lo suficiente de su imagen para que se acercara y me besara los labios. Fruncí fuertemente el ceño y la miré con sorpresa cognitiva. No me gustaba perder el tiempo, así que puse mis dedos en sus labios, apretándolos para que no hablara.

- Escucha cariño.

Solté sus labios y la miré saboreandome los labios por un segundo antes de hablarle de nuevo.

- No estoy aquí para rendirme a los sentimientos que tiene este cuerpo humano. ¿Ok?

Alcé las cejas mirándola levemente severo, aunque los instintos humanos de este cuerpo me decían que hiciera otra cosa. Carajo, no obstante de que YO era la lujuria, ¿Tenía que sufrir por esta misma que me acongojaba bajo este cuerpo mortal lleno de emociones?

Jessica supó que estaba logrando que el cuerpo humano obtuviese las reacciones que ella deseaba. Los sentimientos del cuerpo deseaban una cosa aunque el demonio se negase. Jess comenzaba a impacientarse un poco, pero evito que las emociones la delataran y siguio con su expresión tranquila.

El demonio, del cual Jess aun no conocía el nombre, sostuvo sus labios entre sus dedos, evitando que Jessica no hablase. Escucho sus palabras e incluso observo como se relamía los labios, probando en ellos el sabor de los labios de la vampira.

-¿Cuándo fue la ultima vez que tuviste un poco de diversion, demonio?- preguntó Jess inocentemente y a la vez seductora. Ella no era de las personas que se daban por vencido facilmente, era muy insistente y era capaz de hacer lo que fuese para conseguir lo que ella deseaba...en este caso a quien ella deseaba.

Arrugué un poco la nariz apretando los labios en una mueca de descontento. ¿Sería malo dejar que este cuerpo se rindiera una vez y que así dejara de molestarme de una vez por todas? No lo sabía... y en realidad no quería saberlo, pero si era el único modo de alejar a esta vampiresa de mí, tendría que considerarlo como una de las posibles resultantes de mis próximos movimientos.

- En una posición como la mía no hay tiempo para hacerlo, tengo demasiadas cosas de las cuales preocuparme como para que venga una Sucúbo a seducirme.

Le susurré un poco despectivo. Tenía que ayudar a que los Sanguinetti acabaran con los Russo, lo que me recordaba de nuevo a Castiel... Otra razón para que me entregara a los deseos carnales de este cuerpo. Moví la cabeza hacia la derecha, frustrado de mis propios pensamientos.

Jessica siguió observando al demonio, sonriente y a la vez distante. Sabía que comenzaba a desesperarse de la insistencia y la necedad de la vampira pero asi era ella. No le gustaba perder y cuando quería algo lo conseguía a como diese lugar, aunque fuesen cosas insignificantes o enormes como en este caso.

-Se nota que tiene mucho que no te diviertes. ¿Por qué no dejas de negarte a los deseos sexuales de tu cuerpo, o del cuerpo que posees y cedes a ellos? Creo que perderías menos tiempo del que pierdes discutiendo conmigo- comentó la vampireza con una sonrisa.

Deslizó sus manos por su cuello y cabello, sonriente sin dejar de mirar a la criatura del Inframundo. La noche era aun joven y Jessica estaba dispuesta a hacer lo que fuese porque su deseo fuese concedido, aunque tuviese que estar toda la noche entera en esa playa.

Seguí separandome un poco de ella, en serio estaba sacándome de mis casillas. Era eso o ya de plano clavárle la astilla de plata en la pierna. No la mataría, pero fácilmente esa púa de un centimetro la haría desvariar lo suficiente para que me fuera sin preocupación. Sus brazos no me dejaban retirarme en esta ocasión así que me quedé mirándola mientras hablaba. Tenía razón, Me tardaría más tiempo alejándola que dándole lo que quería.

- No me agrada tu sentimiento de Empatía, vampiresa.

Susurré transmitiendo el don de seducción al poner mis manos en su cintura y subirlas levemente a sus hombros, pegándola casi con violencia a mí.

- Pero debo admitir que eres bastante persuasiva.

Sonreí atractivamente. Si en realidad era eso lo que tenía que hacer para que me dejara en paz, no perdería tiempo y lo haría, así que en cuanto la acerqué a mi pasé una mano a su cuello y otra a la linea de su espalda baja, acariciando las zonas antes de plantárle un beso.

Ignoré el comentario de la chica, ahora solo estaba dejando que el cuerpo y no la mente tomara control de lo que hacía. Ya me la cobraría después dejándolo en inanición por unos días, a ver si así entendía lo que tenía que hacer, por el momento solo había una persona que en realidad deseaba poseer, y su recuerdo hizo que en realidad pusiera manos a la obra, bajando una de mis manos hasta el glúteo de la vampiresa y otra a la cadera baja para inclinarme hacia adelante y así recostarla sobre la arena, poniendo mis piernas a sus costados y uno de mis brazos en su pecho mientras que el otro me servía de apoyo en la arena al lado de su rostro mientras aún seguía besándole. Era algo extraño sentir tanto frío en su pecho, porque normalmente también lo sentía en la espalda, así que el gélido roce de la chica le traía más sensaciones que aún no experimentaba en aquel cuerpo.